Estamos perfectamente a salvo aquí guardadas. 
 
Conmigo no te faltará jamás la leche. Estamos perfectamente a salvo aquí guardadas,

en una de las cien clavículas de la noche.

Afuera las patrullas cantan, es cierto, pero nosotros ya somos las quemadas, y ya podemos de esta torre tirarnos. Los frustrados del universo

buscan echarnos el aceite magro de su vergüenza,
pero yo soy fuerte, y tú eres fuerte,
y los búfalos se pulverizan contra tu nuevo labio,

y se hacen polvo los relojes,
y con las uñas rascamos sin pudor el asma,
y yo soy tuya,
y tuyo junio enredado en tu pelo,
y tú eres mía, históricamente me perteneces,
pues yo te he dado y te daré tu momento más sagrado,
pues nadie sino yo sabe abrir las puertas de tus vínculos,
ni buscarte entre las sábanas bronceadas.
Yo he dejado de nadar en la larga responsabilidad de los ríos,
para corregir mi humedad en tu piedra, y te fui a buscar a un riñón oscuro
y te di sentido y por eso te lo debo todo. Así que calma.
Deja que sudor y rocío
se averigüen con paciencia.
No es fácil morder y no es difícil. Ejecutaré los pájaros,
contra la poca pared de tu pecho.
Pero antes deja que asimile tus patios. En la palabra lluvia no hay más que caricias.

 
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