¡Qué putas pensé! Ya no podía echarme para atrás...

¡Qué putas pensé! Ya no podía echarme para atrás y allí estaba, un poco a verga de tanta chela y con los pantalones y el bóxer abajo. Literalmente me tenían arrinconado, en la esquina del baño de ese hotel de Carretera a El Salvador.

¿Qué hacía allí? Bueno, era la boda de mi mejor cuate del cole. Fui más por compromiso que por amistad; eso de verme con toda la promo no mucho me apetecía. Así que una cosa llevó a la otra: lo hueva que estaba la party a chupar chela y esto a la borrachera, así fue como paré semidesnudo en el baño.

Excitante
Mientras la cabeza todavía me daba vueltas otra sensación empezaba a apoderarse de mi ebrio cuerpo. Solté la chela que todavía tenía en la mano y mientras el líquido se derra- maba y la espuma se regaba por el suelo, empecé a tomar conciencia de la mamada que me estaban haciendo.

Bajé la vista y ahí estaba esa lengua ajena, muy ocupada conociéndose con mi verga. Al parecer el encuentro iba bien pues ya la tenía bien parada. ¿Placentero? Uff, vaya si no. Y eso que aún no empezaba lo que a la fecha sigo recordando como LA MEJOR mamada que me han dado en la vida.

No sé cómo le hacía, pero el esponjoso músculo ese era ca- paz de rodear mi glande con veloces movimientos circulares y por intervalos hacía una ligera presión en mi otra cabeza, sedienta de penetrar. Por momentos el lengüeteo me daba la sensación de estar desvirgando un hoyito apretado. Pero quería más.

Sin pensarlo dos veces agarré la cabeza que tenía enfrente de mis huevos y de un tirón hice que se tragara todo mi mástil. Era en verdad una garganta profunda, pude moverme con facilidad y mi “víctima sexual” no se quejaba. Al contrario, disfrutaba la cogidita que me estaba dando en su cavidad bucal, bien lubricada por su saliva y mi líquido preseminal. En serio, quería acabar en su boca.

Espera
“No todavía”, dijo la víctima, al intuir que iba a eyacular. “Quiero tomarme tu leche, pero aún me falta devorar tu deliciosa verga”. Dicho eso y de inmediato empezó a estimular con la yema de sus dedos mi glande, lo hacía de manera habilidosa. Poco a poco lo hizo más rápido y cuando alcancé el placer, con una de sus manos empezó a acariciar toda la longitud de mi verga. Los movimientos iban de la base del tronco hasta la punta del glande, era un recorrido lento, con cierta presión, especialmente en la punta.

Estaba a gusto con el momento y fue cuando de nuevo em- pezó a usar su lengua, pero esta vez fue bajando, disfrutándose cada pulgada hasta que llegó a la base ¡y siguió!

Mmm...
Sí, la lengua siguió chupando los huevos y poco a poco conquistó también más abajo. Mientras su mano seguía estimulando mi verga, la saliva y la textura de la lengua se apoderaron del territorio que queda justo sobre la próstata. WOW, era increíble la sensación. De la lengua pasó a usar los labios y con ellos me daba apretoncitos. La saliva le facilitaba lamerme por todos lados y moverse con total libertad de los huevos al perineo y viceversa. Pero lo mejor fue cuando hizo una sesión continúa de casi un minuto, con ese famoso movimiento giratorio y a la vez, su mano bajaba y subía por mi verga.

Ahora así, ningún humano podía resistirse ante esta estimulación. Después que me arrinconaron y empezó todo, habían pasado 25 minutos y fue cuando un temblor / calambre se asomó en mi cuerpo. Era el momento que esperaba mi víctima, que no dejaría pasar la ocasión por hacerme acabar a su manera. Ahora, se invertían los papeles, yo era la nueva víctima, y estaba a punto de perder la batalla.

¡Qué huevos!
Cuatro movimientos más de su mano y tres lengüetazos más sobre la próstata bastaron para empezar una reacción en cadena, imposible de parar. Justo en el momento en que parecía que iba a convulsionar, esa lengua decide bajar hasta las paredes de mi ano para depositar allí los últimos movimientos de su poder giratorio. EXPLOTÉ, no tuve tiempo de pensar en lo que acababa de pasar y mientras la leche caliente salía a borbotones de mi cuerpo empapado de sudor, disfruté de los últimos sube y baja de su mano.

Estaba ebrio, pero consciente de todo lo que pasó. La chela me puso caliente así que me peló la propuesta de sexo ca- sual que recibí de mi ex colega. Y allí estaba yo, recostado en el azulejo del baño menos concurrido del salón de fiesta.

Seguía agitado, semidesnudo. Los latidos de mi corazón re- cuperaron la normalidad hasta que la lengua de mi AMIGO terminó de recoger el semen regado por mis genitales y abdomen. No lo podía creer, pero la mejor mamada de mi vida me la hizo un hombre, ni más ni menos que un cuate del cole. Suena muy hueco, pero la verdad, me gustó. Creo que lo invitaré a un par de chelas más un día de estos.